martes, junio 25, 2013

Nuestro carácter profesional... ¿está condicionado o podemos construírlo?

Se entiende como carácter de una persona, todo lo relativo a su personalidad o su forma de ser.

Pero lejos de convertir este post en un compendio de
definiciones (en muchos casos muy opinables) sobre cómo y por qué cada uno de nosotros tenemos nuestra personalidad, tengo la intención de llevarlo al terreno profesional.

Cada profesión, cada trabajo, cada momento del día, condiciona de forma evidente el cómo nos mostramos a los demás. Queda claro que cada situación muestra nuestro yo de forma distinta. 

Si almorzamos solos, acompañados, acompañando a alguien, si son habituales, si son nuevos, si voy en representación de alguien, si voy en nombre propio, si queremos quedar bien, si tanto nos da,… cualquiera de la situaciones va a mostrar una forma de comportarnos distinta y debemos tomar conciencia de que es así.

Nuestro carácter, tiene mucho que ver con aquello que transmitimos en cualquiera de las situaciones, en cualquiera de nuestras actividades diarias. Aquello que queda en la percepción de los demás. Nuestra integridad, la honestidad, nuestra cultura, nuestra contribución al clima colectivo.

Pero para conseguir estos y otros atributos que definan nuestro carácter profesional, solo lo haremos con ganas de hacerlo. Redescubriéndonos cada día, poniéndonos en duda, reinventándonos, evolucionando,… 

Pensar que una profesión define el carácter, es entrar directamente en el error de la invisibilidad. Está claro que una profesión define aquello que debemos saber y hacer, para realizar nuestro trabajo de forma eficaz. Pero cómo hacerlo, viene definido por las normas y por nuestro enfoque personal.

Seguir estrictamente los usos y las normas sin aprender ni aportar nada, puede que nos condene a tener un estilo cumplidor, pero opaco e incapaz de evolucionar.

Tampoco se trata de “romper la baraja”, sino de ser proactivo e intentar mejorar nuestras percepciones y enfocar nuestro camino a la mejora. 

No tengo la intención de convertirme en un “incendiario”, pero la evidencia de los cambios rápidos y constantes, nos obliga a ser capaces de aportar en el momento que nos dan una oportunidad, aquello que podría contribuir a mejorar los procesos.

Las exigencias de mejora constante, de retroalimentar los conocimientos, de conocer nuevas herramientas para el desarrollo de nuestro trabajo, formar parte de la inteligencia colectiva de un grupo o el entrenamiento en aquello que conocemos pero con nuevas aportaciones y estrategias, forja nuestro carácter y mejora nuestro caché profesional.

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