lunes, agosto 30, 2010

No me llames iluso, porque tenga una ilusión.


Sombrero 57  
Septiembre 2010

Como veréis esta vez he utilizado el título de una canción de “La Cabra Mecánica”, pero es que venía a cuento con mi sombrero del mes de septiembre.
 
Leyendo los twitters que me entran a diario, encuentras con frecuencia reflexiones que llaman mucho la atención y que sin duda, te invitan a recuperar aquellas ideas que siempre has sentido como propias. La última ha sido de Jordi Solé Tuyà. La reflexión reza: Ten cuidado con los que desisten en perseguir sus sueños, pues tratarán de que hagas lo mismo con los tuyos.

No hay duda que es el momento de recordarlo.

El espíritu emprendedor, la actitud positiva, la fuerza de avanzar a pesar de todo, forma parte de las ganas que le ponemos. Y también está claro que esas ganas se retroalimentan de sueños e ilusiones.

No debemos olvidar que nuestra capacidad de aprendizaje, nuestra capacidad de ilusionarnos con un proyecto son imprescindibles para trazar nuestro camino. Primero con los grandes objetivos, después con aquellas paradas que deberemos hacer para alcanzarlos. También cuánto va a costar y cómo conseguiremos el dinero que nos falta y cómo lo devolveremos. A esto, aquellos que quieren emprender una empresa le llaman “plan de empresa”.

Está claro que para poner en marcha cualquier acción, es necesario primero saber qué queremos y después instrumentar las maneras de alcanzarlo.

También deberemos observar nuestro entorno para ver si aquello que queremos ya existe y si no es así, aplicar nuestra imaginación en todo el proyecto. Pero… ¿y si alguien ha hecho algo parecido?, debemos estudiarlo y averiguar cuáles son las diferencias con el nuestro.

Hay quien dice que las necesidades se crean y en esto estoy radicalmente en desacuerdo. Soy de los que creo firmemente que las necesidades existen, se trata de descubrirlas y aflorarlas para que aquellos/as interesados/as las descubran y focalicen la solución que les proponemos.

También debemos saber cómo explicaremos la idea y cómo conseguiremos que la gente se interese en ella. A todo esto le llamamos “plan de marketing”.

Evidentemente todo esto sólo puede hacerse con espíritu emprendedor cuyo combustible es una mezcla a partes iguales de actitud, emprendeduria, ilusión, capacidad de aprendizaje y perseverancia.


¡Póngase el Séptimo Sombrero!

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