Octubre 2013
Se ha escrito mucho sobre soluciones, fórmulas y métodos sobre los que construir una solución o una salida a la crisis.
Se ha escrito mucho sobre soluciones macroeconómicas, que en gran medida se escapan de todo aquello que podemos entender el común de los mortales.
Y quedamos boquiabiertos con la ristra de soluciones incomprensibles, equilibrios de datos, o de comparativas numéricas donde mezclan cifras absolutas con porcentajes… una especie de batiburrillo donde no sabes dónde empieza la demagogia y dónde está la realidad contrastada.
En ese momento justo, cada uno de nosotros ha de pensar en si mismo y observar con sinceridad, en qué lugar estamos nosotros en todo este océano de palabras, consignas y curaciones extraordinarias.
Debemos respirar hondo y descubrir en qué consisten nuestras soluciones y aplicarse en ellas. Debemos buscar caminos imaginativos, cuando hemos sido capaces de racionalizar todo nuestro entorno.
No podemos lanzarnos a resolver cosas si no conocemos cuáles son nuestras realidades y cómo podremos lanzarnos sin temor a equivocarnos, para solucionar temas que nos afecten.
Einstein decía:
“Por más difícil que se nos presente una situación, nunca dejemos de buscar la salida, ni de luchar hasta el último momento. En momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.
No hay duda de que es así, pero estaremos de acuerdo que poner en marcha acciones imaginativas para salir adelante, solo se pueden hacer con un gran ejercicio racional de autoanálisis.
Necesitamos saber de forma fehaciente cuáles son nuestros puntos fuertes y nuestros puntos débiles. Dónde tenemos oportunidades y cuáles son las amenazas de nuestra mas que probable solución.
Y todo ello, con las ganas de solucionar y con el empuje que da saber que puedes resolver con éxito aquello que te propongas.
En resumen, afrontar las cosas sabiendo a dónde te diriges, conociendo de dónde vienes y creyendo en el resultado, consigues llegar con éxito a cualquier meta que te propongas.
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