Menuda
palabreja. Y lo digo no tanto por cómo suena, sino por lo su significado.
La
procrastinación define la actitud de posponer las cosas que no nos gustan, y sustituirlas
por otras que nos cuesta menos realizar. Buscar la inmediatez de entornos
placenteros, en lugar de afrontar situaciones que nos gustan menos o no nos
gustan nada. A pesar de que sean urgentes e importantes.
Caer
en ese abismo de la proscratinación, puede provocar que tengamos muchos asuntos
que resolver, que se aplazan y aplazan sine die.
Se
pueden dar dos situaciones que debemos tratar también de forma distinta.
Si
se trata de darse un respiro y afrontarlo en un momento que hemos decidido
previamente. O sea, que sabemos cuándo lo haremos y por lo tanto lo tenemos
programado, entonces puede que nos sirva para afrontar cualquier situación
cuando toca.
O
puede darse el caso que se trata de posponer porque no nos gusta afrontar el
problema y simplemente lo evitamos, hasta que resulta realmente complejo de
resolver o se ha hecho demasiado grande.
Está
claro que para afrontar cualquier situación, debemos estar muy informados y
analizar los pros y los contras de lo que debamos hacer. Eso, en muchos casos
es necesario, y en modo alguno indica que estamos posponiendo una decisión,
sino que nos estamos informando.
Lo
que sí está claro, es que cuando tenemos todos los elementos que necesitamos,
nos hemos enterado sobre todo lo que nos hace falta y nuestra información es ya
suficiente, no debemos en modo alguno esperar ni un minuto a tomar decisiones.
La
proscatinación, es una mala actitud, y es necesario recordar que si podemos
tomar una decisión, debemos tomarla cuando toca y sin dilaciones.
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