Precisamente
porque estamos sumergidos en una de esas etapas de la Historia, que será
recordada como el fin de un ciclo y el inicio de otro, es cuando vale la pena
reflexionar sobre todo lo acontecido, lo que está ocurriendo y lo que
probablemente va a suceder.
Para
ello debemos prepararnos. Ya no es suficiente con estarlo culturalmente o en la
realización de trabajos especializados. Ahora es imprescindible aprender
comportamientos y actitudes.
Lo
que está ocurriendo y está por venir va a necesitar de personas mas
autosuficientes y con “cintura” y capacidad de adaptación.
Nos
estamos acercando a ese momento en el que las grandes organizaciones serán las
sumas individuales de cada uno, y no una especie de “espacio único” donde
alguien decide lo que hay que hacer y los demás esperan órdenes.
Nos
estamos acercando a ese momento en el que el “capital intelectual” de una
empresa, será lo que le dará grandeza a una organización. Puede ser que hay
quien piense que ya es así, pero les invito a reflexionar y verán que
actualmente lo que menos importa es quien vale, sino cuántos sobran.
La
suma de la creatividad, la inteligencia en los negocios y la capacidad de comunicar, es lo que da una “altura” tremenda
a una organización. Junto al capital financiero, el capital intelectual explica
e identifica el valor de una empresa.
Para
ello, individual y colectivamente, aquellos que forman parte de la
Organización, han de saber sobreponerse a los fracasos (resiliencia) y
entenderlos como un paso mas al éxito.
Han
de aprender a debatir y a trabajar para crear decisiones colectivas e
individuales con determinación y a no posponer las decisiones (procrastinación)
mas de lo necesario.
Han
de saber aplicar los cambios que hagan falta, ya que es bueno cambiar las cosas
cuando nada sucede. Y los cambios bien entendidos son una fuente de
oportunidades.
Han
de saber distinguir entre aquello que nos gustaría que ocurriera
(aspiraciones), con lo que es mas que probable que acabe ocurriendo
(realidades). Pero eso no quiere decir que asumamos que estamos condenados a
seguir por un camino, sino ser ágiles y creativos y buscar de nuevos para
conseguir aquello que nos gustaría.
Todavía
estamos en plena “sociedad líquida” en la que lo que importa es lo que ocurre
ahora y en este minuto, y donde las decisiones son para hoy, porque mañana
puede haber cambiado todo el escenario, la situación y las realidades.
Pero
nuestro esfuerzo no puede centrarse en resolver el día a día. Tenemos la
obligación de aventurar lo que queremos y hasta donde queremos llegar. No
porque sea un final en sí, sino porque es una etapa mas de nuestros objetivos
de evolución profesional y como persona.
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