Es bueno recordar, que en muchas ocasiones las reglas del juego se han construido para tener ciertas normas que seguir, para que todo siga unas pautas y todos los que forman parte de grupo las entiendan como un modo de estar organizados colectivamente.
De todos modos, también en muchos casos, las reglas se han hecho para evolucionar. Y su evolución siempre va acompañada de la “prueba y error” a las que se someten para ir a mejor.
Cuando unas normas, han perdido la capacidad de adaptarse y sólo se mantienen por las torpes ganas de que todo quede como está, crecen las mal llamadas “indisciplinas” hasta que se rompen las reglas.
No hay duda, que en muchos países, sus Leyes marco, no contemplan la realidad de la evolución de la gente, de la sociedad, de las nuevas tecnologías, de las nuevas maneras de comunicarse,… y quedan ancladas en tiempos anteriores, con defensores que temen los cambios.
En las empresas pasa exactamente igual. Las nuevas formas de relacionarse, de comunicar, del marketing, de llegar al público, de liderar un equipo, el clima laboral, la gestión de talentos o de adaptar los productos a las necesidades que afloran cada día, es un trabajo fundamental que no tan solo ayuda a mejorar, sino que es necesario para que la empresa siga teniendo interés para sus clientes.
A veces, no tan solo las reglas del juego que antes eran buenas, pueden taponar, obstruir, servir de embudo, ralentizar e imposibilitar la buena marcha de las cosas.
En muchas ocasiones, se crean reglas que persiguen ese mismo efecto, para que nada cambie.
Quien lidera un equipo, ha de evitar la indisciplina adaptando las reglas del juego a las nuevas realidades (que son de cambio constante), para que las normas sean las que permitan evolucionar.
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