Sombrero 89
Mayo 2013
El otro día, tomando un café en una terraza de Barcelona, observé con una sonrisa, una escena curiosa. Una señora se acercó a las puertas automáticas del establecimiento, con una actitud que era una mezcla a partes iguales de temor y precaución, ya que su única intención era alertar al camarero de que se habían sentado en la terraza y necesitaba que les atendieran.
El automatismo de la puerta le jugó una mala pasada, ya que
primero ella se paró a medio metro de la puerta haciendo señas y la puerta se abrió. Como el camarero no la vio, ella se acercó dos pasos y la puerta se cerró. Movió los brazos, se desplazó dos pasos a un lado y al otro, pero la puerta permanecía cerrada. Se alejó dos pasos y la puerta se abrió. Volvió a quedar parada pero indicando al camarero lo que quería… y la puerta se volvió a cerrar. De nuevo se adelantó a la puerta y la puerta seguía cerrada. Al final decidió abriendo mucho la boca pero sin gritar, indicarle al camarero que estaban allí sentados.
Cuando se alejaba de la puerta y se dirigía a su mesa, la puerta se abrió de nuevo. Lo triste de la situación es que la escena completa sólo la observé yo y el camarero se acercó a la mesa sin saber la odisea de esa señora.
Se me ocurrió plantear este post, hablando de la “invisibilidad”.
Yo soy de los que creo, que cuando queremos hacernos visibles, tanto a nivel personal como en el trabajo, tenemos que usar todo lo que esté a nuestro alcance con cabeza y capacidad de análisis.
Si sabemos que la puerta se nos va a abrir a una distancia prudencial, debemos actuar en consecuencia y andar
decididos hasta el objetivo. Nuestra capacidad para acercarnos a una persona e indicarle lo que queremos con precisión debemos usarla. Y debemos evitar que nuestras acciones desvirtúen o impidan que nuestras intenciones no se comprendan.Desgranémoslo.
• Tenemos que prepararnos para alcanzar nuestro objetivo. Para ello, va a ser necesario que nos analicemos y sepamos qué podemos ofrecer.
• En segundo lugar debemos reconocer nuestras limitaciones, tanto personales como con el entorno en el que se va a abordar nuestra propuesta.
• Una vez reconocido el terreno, hemos de averiguar a quién dirigirnos y saber si es la persona con la que debemos hablar o es tan solo un filtro mas.
• Una vez lleguemos hasta nuestro interlocutor, debemos recordar que los primeros 10 segundos va a observarnos y no nos escuchará, por tanto debemos saber encajar la mano, darle una tarjeta, sonreír y mirarle a los ojos.
• Al segundo 11, ya debemos articular el mensaje que habremos ensayado y que nos identificará y pondrá sobre aviso al interlocutor objetivo sobre quienes somos y qué intención llevamos.
• A partir de ahí, es importante haberse preparado.
En las redes sociales, ocurre lo mismo. Tenemos que reconocer qué red vamos a utilizar como instrumento para nuestros objetivos y usarlo con la sabiduría de quien se ha preparado.
Háganse dos preguntas relacionadas con nuestras propias reacciones, ¿qué nos hace prestar atención a un mensaje o a un mensajero?. Y háganse otra ¿por qué y cuándo nos “cerramos” a que alguien hable con nosotros?.
Las respuestas a estas preguntas (que pueden ser muchas), han de servirnos de guía para hacer bien nuestro trabajo y tratar nuestra invisibilidad en los momentos que necesitemos ser visibles.
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