Realmente es difícil navegar por el mar de dificultades
que se presentan a cada paso, cuando se nos ocurre tener una idea, convertirla
en nuestro modo de ganarnos la vida y lo ponemos en práctica.
Creer en nuestras ideas y confiar en el éxito, forma
parte del espíritu emprendedor, pero no es suficiente. Es necesario ser
racional y ser observante con todo aquello que puede dificultar el éxito de
aquello que emprendemos. Y deberemos ser cabales para contemplar todo aquello
que vayamos a necesitar para llegar a puerto. Cuánto dinero necesitamos, con
quién debemos contar, calcular el “punto muerto” del negocio, qué apoyos vamos
a tener, qué plazos nos imponemos, si vamos a necesitar financiación,…
Pero también a veces, las dificultades están provocadas
por la inmensa burocracia y el exceso de celo del “Sistema”, que provoca que si
alguien se ha arriesgado a poner en marcha un proyecto de negocio y no ha
salido bien, queda absolutamente “marcado” y “descalificado” para volverlo a
intentar.
Este emprendedor “señalado” por el Sistema, puede que
quiera volver a aventurarse a generar ingresos que le permitan plantearse su “modus
vivendi”, pero el lastre es grande.
Aquí es donde nacen las nuevas perspectivas y los nuevos
enfoques. No hemos de olvidar, que los pequeños
inversores que creen en el proyecto, los business angels, los apoyos
profesionales, las complicidades,
las ayudas indirectas, los contactos, las redes sociales, crean entre todos el “microclima” necesario para
que podamos iniciar con cierto nivel de solvencia
un nuevo recorrido.
Está claro que debemos intentarlo. Es evidente que el
futuro nos invita a ejercitemos el Pensamiento
Lateral y seamos capaces de facilitarnos el trayecto siendo prevenidos y
cautos y por lo tanto tener calculados todos los detalles sin dejar nada al azar,
ni contar tan sólo con la fe en la idea.
Los errores, los fracasos, no conseguir nuestro objetivo,
las equivocaciones, la falta de éxito, son pasos decididos al aprendizaje y por
lo tanto son invitaciones para “ajustar” el ejercicio del trabajo, y poderlos “sortear”
cuando aparezcan de nuevo en nuestro camino.
Ejercer nuestra mejora tanto como personas como
profesionalmente, con todo lo que aprendemos cada día, nos permite
reinventarnos y nos prepara para volverlo
a intentar.
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