Sombrero 72
Diciembre 2011
Seguramente –amigos lectores- deben pensar que este cincuentón con canas se repite, cuando hablo de actitudes positivas e insisto constantemente en llevar puesto el “sombrero de optimista patológico”. Pues sí.
La vida es una elección constante, donde nadie se puede llevar a engaño: las elecciones de raíz son nuestras y solo nuestras. Y si no lo son, deberían serlo. Nadie ajeno a nosotros tiene la potestad de decidir si esto o aquello lo hacemos o no lo hacemos.
No se ha de confundir con: quien da las órdenes es quien manda y debemos obedecerle. Bien, pero no olvidemos que obedecerle o no, depende de nosotros. Y ahí es donde asumimos las consecuencias de nuestra decisión.
Justo en este instante intervienen las habilidades de liderazgo, donde quien da las órdenes ha de tener la habilidad de interrelacionar nuestras necesidades, voluntades y motivaciones y que todos los miembros del grupo acabemos decidiendo que aquello que nos ha indicado debemos hacerlo.
Pero el resultado no va a ser el mismo si lo hacemos de buena gana, de mala gana, o motivados, o sin creer en ello, o simplemente bien o mal.
Nuestra actitud frente a la acción de hacerlo es nuestra decisión. Sólo nuestra decisión.
En una Organización, quien ocupa la mayor responsabilidad, y de quien depende que la Organización funcione, es también responsable de que todos se sientan parte de ella, que todos ejecuten lo que se les ha encomendado con buena actitud y que sepan que lo hacen para beneficiar al conjunto.
En buena medida, nuestras decisiones las va a condicionar si quien lidera nuestro grupo tiene una actitud proactiva con cada uno de nosotros y es capaz de “alimentarla” para que ejecutemos aquello que nos pide, con ganas de hacerlo lo mejor que sepamos y aportando nuestra voluntad más abierta.
Quien lidera, deberá haberse ocupado de conocernos, de aprovechar nuestras capacidades, de darnos la oportunidad y conocernos lo suficiente como para que nuestro encaje en el equipo sea el mejor posible.
No olvidemos que, además de tener un equipo capacitado, éste ha de estar motivado y con ganas de trabajar para el equipo, con un alto sentimiento de pertenencia. Si el equipo funciona, nosotros crecemos con él.
Es lo mismo que el ejercicio de aplaudir con un dedo de cada mano. Pruébenlo. No funciona. Ahora háganlo con dos dedos. Después con tres, con cuatro, para acabar aplaudiendo con las dos manos. Ahora sí se oye.
Pues además pruebe a hacerlo solo. Luego implique a otra persona para que aplauda con usted. Y sume más personas con usted para realizar un aplauso colectivo y ruidoso.
Y grite, primero usted solo y después acompañado de más personas.
Pero háganlo con la voluntad de que le oigan desde el otro lado de la ciudad.
Descubrirá que hay quien sólo abre la boca para simular un grito, quien choca las manos sin aplaudir. No lo dude han tomado esa decisión, porque no se sienten implicados con el sentido que se le ha dado a este juego. Y el fallo habrá sido de quien lidera el grupo, porque acabará preguntándose porque han actuado así, y eso amigos, el líder tiene la obligación de saberlo con antelación.
No olviden que el líder no nace líder, se hace líder aprendiendo a serlo. Y para aprender se ha de tener la voluntad y la actitud para ello. Primero se ha de ser aprendiz, y participar en el grupo con una buena actitud proactiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario